domingo, 16 de agosto de 2009

La Representación social tras un cuento de hadas: un vuelco a la cotidianeidad actual. Consideraciones propias del amor.

Por Claudia Thalía Hernández Arredondo.


Ella se acerca lentamente con su bello vestido, ahí enfrente le espera su adorado príncipe con el ansia de poder, ¡por fin!, estrecharle entre sus brazos. Lentamente bailan al compás de un bello vals mientras sus labios se acercan para finalmente fundirse en un beso… y entonces suena la campana que indica la salida de la escuela. La jovencita toma sus cosas y se dirige de nuevo a su vida cotidiana lejos de los salones y los príncipes que su imaginación recrea.


Sin duda, en algún momento de nuestras vidas, las mujeres pasamos por algo similar. Aún en pleno siglo XIX la fantasía de encontrar al hombre perfecto, ese príncipe azul que nos rescate de lo cotidiano y del mundo en general, sigue presente; claro, a lo largo del tiempo el príncipe se ha moteado de diversos colores cambiando esa representación inicial que se tenía del amor, el noviazgo, el matrimonio, etc. Los movimientos de equidad de género, la liberación sexual, el bombardeo publicitario que incita a la compra del placer, entre otros, han sido perfectos detonadores para esta revolución amorosa de hoy en día: cuando antes el amor cortés aparentemente era la regla, ahora nos podemos encontrar un vertiginoso encuentro de un solo día, relaciones abiertas, free, noviazgos de toda una vida y muchas más opciones más.

¿Cómo es que la cotidianeidad de las relaciones “amorosas” -y digo amorosas entre comillas porque actualmente no es requisito indispensable una afectividad tal, puede bastar tan sólo la mera química de un encuentro y la física de la atracción para que surja una relación- se ha transformado?


¿Demostración común del Amor?

Claro que este tipo de relaciones ya estaban presentes desde mucho antes, con la diferencia de que no eran aceptadas por el mundo social y muchas veces se mantenían tras el velo del secreto; no es sino hasta la década de los sesentas cuando comienzan a tocar lo cotidiano y se formula una nueva representación de lo que debe ser el amor y la relación de pareja.

En rápido recuento, nos damos cuenta que una representación de amor ha estado presente desde siempre a lo largo del tiempo, si bien el concepto es de creación más reciente. Más aún, las manifestaciones de este amor han ido variado. La cultura griega reservaba el amor romántico para las relaciones entre hombres y muchachos, dejando a la mujer el mero papel de la procreación; en el amor cortesano del siglo XII, del cual vienen nuestras ideas acerca del romance, el amor entre el hombre y la mujer estaba formalmente dividido del matrimonio y rara vez se daba un contacto real con el ser amado. No fue sino hasta el siglo XIX que los victorianos tuvieron una visión del matrimonio basada en ideales románticos, en donde el placer del sexo era vetado del papel femenino. Hasta antes de ese momento las sociedades tradicionales consideraban los sentimientos de amor espontáneos individuales como base sólida para las relaciones duraderas entre un hombre y una mujer.

Con todo, ese núcleo esencial del amor se ha mantenido en cierta forma intacto; acaso será que únicamente sus manifestaciones son las que se han transformado.

Aún hoy en día seguimos creyendo en el enamoramiento como ese cosquilleo o mariposas en el estómago cada vez que se presenta la persona amada, la exaltación de los sentidos cuando estamos junto a él o ella –me abstengo de explicar la complicada biología del amor, que no hace más que complementarse y contradecirse con esa presencia social del mismo; es que, en verdad, intenten aceptar que aquello que sienten es parte de un coctail de químicos orgánicos­–, incluso canciones, poemas, telenovelas y películas dan pie a la pertenencia mutua, la complementariedad, la media naranja, la supremacía del amor por sobre todos los problemas.

En efecto, esta es la creencia colectiva del amor, la REPRESENTACIÓN SOCIAL del amor. Eso sí, es un amor que actualmente no se separa del sexo, que significa una entrega corporal al ser amado por ese simple hecho… es amado, sin descartar las veces en que el “acostón” tiene que ver con un amor decepcionante o burlado, incluso en esas ocasiones la afectividad depositada en el “amado” se mantiene presente; bueno, al menos eso es en el caso de las mujeres.

¡Adelante chicas, digan que no es cierto! Pero la realidad es esta: normalmente, o mejor dicho cotidianamente, la representación que tenemos de lo que es el amor nos impide ir y tener contacto sexual genital con alguien que no sea nuestra pareja, en cambio con ella cedemos al impulso y el deseo… sexo con amor, o cotidianamente dicho, hacen el amor.

Desde el otro extremo: con la liberación femenina las mujeres exhortaron también a una liberación sexual ganando con ello la libertad de mantener relaciones sexuales fuera de la institución del matrimonio e incluso fuera de una relación amorosa. Sin embargo, aun ahora prevalece el secreto deseo de que nuevamente suene el teléfono, que nos digan que jamás con otra chica había sentido lo mismo, de flores y amor. Es todo, una vez más la representación social del amor se manifiesta en nuestra cotidianeidad.


Cotidianeidad y Representación social del Amor.

No olvidemos que por lo cotidiano se está entendiendo todos los hechos naturales e inmediatos, actos no pensados en los que, sin embargo, se refleja nuestra ideología y por lo tanto no es reflexiva. La vida en la que nos desenvolvemos a diario. Pampliega de Quiroga nos diría que “podemos definir la cotidianeidad como el espacio y el tiempo en que se manifiestan, en forma inmediata, las relaciones que los hombres establecen entre sí y con la naturaleza función de sus necesidades…” (Pampliega de Quiroga, 1985:12). Así pues, el sentirse afectivamente sostenido, sentir el amor de otros, es una necesidad humana y es un agente sociabilizador en tanto estable relaciones.

Desde esto último encontramos que la representación social del amor es una construcción cultural que nace en la cotidianidad de manera individual, grupal y colectiva. Los medios de comunicación, a través de las telenovelas, las canciones, la literatura, etc. influyen en la forma como hombres y mujeres concebimos y vivimos el amor. Aluden al sentido común, lo que cree la gente y cómo valora el amor, a partir de la experiencia cotidiana. Eso es ni más ni menos la representación social del amor.

Aquella imagen mental del objeto, del amor, da paso a la conducta de las personas; se guiarán por esos referentes culturales que le han proporcionado su historia y la sociedad que les rodea pues, recordemos que, tanto el campo de representación, entendiéndolo como la forma en que organizamos la información previa que ya tenemos sobre un tema, como el nivel de información, varían de un sujeto a otro aún en el interior de un mismo grupo, en función de un contexto específico (Herzlich). Es de recordar que los individuos de una sociedad dada tienen un mismo recorte histórico-cultural y esto impacta en su cotidianeidad de manera específica. Es esa especificidad del contexto la que guía la actitud de la gente al hablar o actuar en torno al amor.

Así pues, independientemente de cómo manifestemos ese amor que nos mueve podemos estar seguros que tras de éste se encuentra toda una historia social de la idea. Es posible transformar esa cotidianeidad y romper con esas representaciones formulando otras nuevas, no lo dudo. Sin embargo, la misma necesidad del hombre a permanecer en constante vínculo y en la búsqueda del afecto y aceptación de otros, creo yo, ha de encaminarnos mayormente a esa concepción hasta cierto punto romántica del amor, pese a los disfraces de modernidad y vanguardia que existen ahora. Estoy segura que aún en los clubes swingers podemos encontrar indicios de estas representaciones con las que nos desenvolvemos en la cotidianeidad.


Bibliografía y Referencias electrónicas.

Herzlich, Claudine, “La representación social: sentido del concepto”, en: Introducción a la Psicología Social, Moscovici et. Al.

Pichon-Riviere, E. y Pampliega de Quiroga, A., “Psicología social y crítica de la vida cotidiana” en: Psicoanálisis de la vida cotidiana, Argentina, Ed. Nueva visión, 1985.

Ballén Guachetá, E., Las representaciones sociales del amor, sin fecha, disponible desde Google.com en: http://web.upaep.mx/Temporales/CONGRESOPSICOLOGIA_files/Memorias/M_CONFERENCIAS_ESPECIALES/LAS%20REPRESENTACIONES%20SOCIALES%20DEL%20AMOR.doc.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Curiosamente, diste en el clavo en algunas cosas. Creo que el amor, como dices, necesita de esa representación. En semiótica podemos ver que el hombre es dependiente de los signos. Sin ellos no se puede comunicar, ni entenderse ni darse a entender. Necesitamos de esos "signos o representaciones" para cerciorarnos de esa comunicación. El amor es un sistema como todo lo que nos rodea. No le quita su lado espiritual, pero es muy difícil conseguir que la persona amada de veras perciba el espíritu del otro.
Necesitamos de esas representaciones. Quizá a lo largo del tiempo hayan sido cambiadas o modificadas... revolución sexual, pansexualismo, libertad, matrimonio... pero el trafondo ahí se encuentra: la imperante necesidad de comunicación.
Chida entrada! :D