Tu cuerpo está a mi lado
Tu cuerpo está a mi lado fácil, dulce, callado.
Tu cabeza en mi pecho se arrepiente con los ojos cerrados
y yo te miro y fumo y acaricio
tu pelo enamorado.
Esta mortal ternura con que callo te está abrazando a ti
mientras yo tengo inmóviles mis brazos.
Miro mi cuerpo, el muslo en que
descansa tu cansancio, tu blando seno oculto y apretado y
el bajo y suave respirar de tu vientre sin mis labios.
Te digo a media voz cosas que invento a cada rato y me pongo de veras triste y solo y te
beso como si fueras tu retrato. Tú, sin hablar, me miras y te aprietas a mí y
haces tu llanto sin lágrimas, sin ojos, sin espanto.
Y yo vuelvo a fumar, mientras las cosas se ponen a escuchar lo que
no hablamos.
martes, 24 de mayo de 2011
Recordando a Jaime Sabines II
Recordando a Jaime Sabines I
He aquí que estamos reunidos
He aquí que estamos reunidos
en esta casa como en el Arca de Noé:
Blanca, Irene, María y otras muchachas,
Jorge, Eliseo, Oscar, Rafael...
Vamos a conocernos rápidamente
y a fornicar y a olvidarnos.
El buey, el tigre, la paloma, el lagarto y el asno, todos
justos bebemos, y nos pisamos y nos atropellamos
en esta hora que va a hundirse en el diluvio nocturno.
Relámpagos de alcohol cortan la obscuridad de las pupilas
y los truenos y la música se golpean entre las voces desnudas.
Gira la casa y navega hacia las horas altas.
¿Quién te tiene la mano, Magdalena, hundida en las almohadas?
¡ Qué bello oficio el tuyo de desvestirte
y alumbrar la sala !
¡Haz el amor, paloma, con todo lo que sabes:
tus entrenadas manos, tu boca, tus ojos,
tu corazón experto!
He aquí la cabeza del día, Salomé,
para que bailes delante de todos los ojos en llamas.
¡Cuidado, Lesbia, no nos quites ni un pétalo de las manos!
Sube en el remolino la casa y el tiempo sube
como la harina agria.
He aquí que estamos reunidos
en esta casa como en el Arca de Noé:
Blanca, Irene, María y otras muchachas,
Jorge, Eliseo, Oscar, Rafael...
Vamos a conocernos rápidamente
y a fornicar y a olvidarnos.
El buey, el tigre, la paloma, el lagarto y el asno, todos
justos bebemos, y nos pisamos y nos atropellamos
en esta hora que va a hundirse en el diluvio nocturno.
Relámpagos de alcohol cortan la obscuridad de las pupilas
y los truenos y la música se golpean entre las voces desnudas.
Gira la casa y navega hacia las horas altas.
¿Quién te tiene la mano, Magdalena, hundida en las almohadas?
¡ Qué bello oficio el tuyo de desvestirte
y alumbrar la sala !
¡Haz el amor, paloma, con todo lo que sabes:
tus entrenadas manos, tu boca, tus ojos,
tu corazón experto!
He aquí la cabeza del día, Salomé,
para que bailes delante de todos los ojos en llamas.
¡Cuidado, Lesbia, no nos quites ni un pétalo de las manos!
Sube en el remolino la casa y el tiempo sube
como la harina agria.
¡Henos aquí a todos, fermentados
brotándonos por todo el cuerpo el alma!
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